El Papa de los 33 días
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Documental en vídeo sobre la
dudosa muerte de Albino Luciani,
con testimonios de David Yallop (duración 47:27)
El 26 de agosto de 1978, tras la muerte de Pablo VI, el Concilio Vaticano elige para que ocupe el trono del sumo pontífice a
Albino Luciani, el austero patriarca de Venecia. Luciani pronuncia
el tradicional "Accepto" y decide el nombre con que reinará:
Juan Pablo I. Pocos suponen que ese italiano de 65 años, imagen
misma de la humildad, iniciará su papado con voluntad de
renovación. Pero los mejores informados saben que Juan Pablo I ha
resuelto emprender una verdadera revolución, practicando lo que
ha predicado siempre: la honradez absoluta, la convicción de que
la Iglesia Católica es por sobre todo la Iglesia de los pobres.
Pero
su misión durará apenas 33 días. El 28 de septiembre de 1978,
tras una cena frugal, Albino Luciani se retira a sus
departamentos. En algún momento de la noche o a la madrugada del
día siguiente, Luciani muere. Causa de la muerte: desconocida.
El
investigador inglés David A. Yallop ha indagado en el misterio
que rodea esa muerte, vinculándola con la campaña contra la
corrupción lanzada por el papa de los 33 días. Yallop señala a
6 hombres que en 1978 podían beneficiarse con la desaparición de
Luciani. 3 de ellos han muerto: el
cardenal
Jean Villot,
alarmado ante la apertura propuesta por Juan Pablo I respecto de
la cuestión del control de la natalidad; Roberto Calvi,
protagonista del escándalo en trono del Banco Ambrosiano
[1], y el
cardenal
John Cody, amenazado con ser destituído de la arquidiócesis
de Chicago por sus turbios manejos financieros. Los 3 que aún
viven son el
obispo
Paul Marcinkus, inquieto ante la
investigación iniciada acerca de la administración del Banco
Vaticano; el banquero siciliano Michele Sindona, que en
1978 esperaba su extradición desde Nueva York a causa de un
desfalco de 225 millones de dólares, y Lucio Gelli,
llamado "Il Burattinaio" (El Titiritero) por la astucia
con que manejaba a sus secuaces en la "P2", la logia
masónica ilegal infiltrada en el Vaticano.
David
A. Yallop
indaga, denuncia; causa de la muerte:
ASESINATO.
Este libro saca a la luz hechos hasta ahora mantenidos en
silencio, que revelan intrincados mecanismos en los centros del
poder y la corrupción. |
|
Se transcribe a continuación el PREFACIO del libro:
Este
libro,
que es el producto de casi tres años de
intensas investigaciones. no hubiera sido posible de no haber
contado con la activa colaboración
de mucha gente y de numerosas organizaciones.
La mayoría de las personas
que me han ayudado lo han hecho bajo la estricta
consideración de que conservarían
el anonimato. Al igual que en otros libros
anteriores escritos en similares circunstancias
he respetado también en éste la
voluntad de estas personas. Creo incluso que en esta ocasión
su derecho a proteger su identidad es mucho más
necesario que en cualquier otra
investigación previa que yo haya
realizado. Como muy pronto se dará cuenta
el lector el asesinato es un frecuente compañero
de los hechos que aquí se registran.
Un gran número de asesinatos siguen sin
resolverse de manera oficial . Nadie debería
dudar de que los individuos que han
causado estas muertes volverían a matar
si lo necesitaran, ya que gozan de casi
una total impunidad para
hacerlo. Revelar los nombres de los hombres y mujeres que me
han ayudado en mi investigación
aportando testimonios de crucial importancia
constituiría por mi parte un acto de
irresponsabilidad criminal: todos ellos corren todavía
un grave peligro de muerte. Es a ellos a
quienes debo mis mayores agradecimientos.
Los motivos que los llevaron a divulgar
una gran cantidad de información eran
muchos y muy distintos, pero una y otra vez se me repetía
lo mismo: «La
verdad debe ser conocida. Si usted está
capacitado para divulgarla,
entonces hágalo».
A todos ellos les estoy profundamente agradecido,
al igual que a las personas siguientes,
a quienes con el mayor de los respetos clasifico
como la punta visible del iceberg.
Profesor
Amedeo Alexandre,
profesor Leonardo Ancona, William
Aronwald, Josephine Ayres, doctor
Alan Bailey, doctor
Shamus Banim, doctor Derek Barrowcliff,
Pia Basso, padre Aldo
Belli, cardenal Giovanni
Benelli, Marco Borsa, Vittore Branca,
David Buckley,
padre Roberto Busa, doctor Renato
Buzzonetti, Roberto
Calvi, Emilio
Cavaterra, cardenal Mario Ciappi,
hernano Clemente, Joseph
Coffey, Annaloa
Copps, Rupert Cornwall, monseñor
Ausilio Da Rif, Maurizio De Luca,
Danielli Doglio, monseñor
Mafeo Ducoli, padre François Evain,
cardenal Pericle Felici, padre Mario Ferrarese,
profesor Luigi Fontana,
Mario
di Francesco doctor
Carlo Frizziero,
profesor Piero Fucci, padre
Giovannni
Gennari, monseñor
Mario Ghizzo, padre Carlo Gonzalez,
padre Andrew Greeley,
Diane Hall, doctor John Henry,
padre Thomas
Hunt, William Jackson, John J. Kenney,
Peter Lemos, doctor
David Levison,
padre Diego Lorenzi, Edoardo
Luciani, William Lynch, Ann
McDiarmid, padre John Magee, Sandro Magister, Alexander
Manson, profesor Vincenzo
Masini, padre Francis Murphy, Anna Nogara,
monseñor Giulio
Njcolini, padre Gerry
O'Collins, padre Romeo Panciroli,
padre Gianni Pastro, Lena Petri,
Nina Petri, profesor Pier Luigi Prati,
profesor
Giovanni Rama,
Roberto Rosone,
profesor Fausto Rovelli,
profesor Vincenzo Rulli, Ann Ellen
Rutherford, monseñor
Tiziano Scalzotto,
monseñor Mario
Senigaglja, Arnaldo Signoracci,
Ernestoi Signoracci, padre Bartolomeo
Sorges, Lorana Sullivan, padre Francesco
Taffarel, hermana Vincenza,
profesor Thomas Whitehead,
Phillip
Willan. Estoy igualmente agradecido a las
organizaciones: Augustinian
Residence, Roma,
Banco San Marco, Bank of England,
Bank of International
Settlements, Basle,
Bank of Italy,
Catholic Central Library,
Catholic Truth Society, City of
London Police, Department of Trade,
Statistics and Market Intelligence Library, English College,
Roma, Federal
Bureau of lnvestigation,
Gregorian University, Roma,
New Cross Hospital Poisons Unit, Opus Dei,
Pharmaceutical
Society of Great
Britain, Tribunal of the Ward of Luxembourg,
U.S. Department of
State, U.S. District Court Southern,
District of New York, Oficina de
Prensa del Vaticano y Radio Vaticano.
Entre
aquellos cuya identidad no puedo divulgar se encuentran quienes
residen en la Ciudad del Vaticano: se
trata de gente que se puso en
contacto
conmigo y que me
ayudó a emprender esta
investigación sobre los hechos que envuelven
la muerte de Albino
Luciani, conocido
también como Juan
Pablo I. El hecho de que haya
hombres y mujeres que viven en el corazón
de la lglesia católica romana y que no
puedan ni hablar abiertamente ni
identificarse sin riesgo de su vida constituye
un elocuente
testimonio del estado en que se encuentran las
cosas dentro del
Vaticano.
No cabe
duda de que este libro será
atacado por unos y desdeñado
por otros. Algunos pensarán que se
trata de un ataque contra la fe católica
en particular y contra el cristianismo en general. No es ni una
cosa ni otra. Hasta cierto punto
representa una acusación contra determinadas
personas cuyo nombre específico se
menciona en estas páginas:
son hombres que nacieron bajo la fe católica
pero que nunca se convirtieron
en verdaderos cristianos.
Como
tal,
este libro ni ataca la fe ni se ensaña
contra una lglesia que aglutina millones
de fieles. Lo que estos millones de fieles
consideran sagrado
es demasiado importante para dejarlo en las manos de unos
hombres que han conspirado para degenerar
el mensaje de Cristo
y transformarlo en un turbio asunto de
negocios
sucios. Se trata
de una
conspiración que ha producido
sucesos escalofriantes.
Como ya he indicado,
me he tenido que
enfrentar con unas dificultades
insuperables al verme obligado a dar el nombre
especifico de las fuentes de
las que he recibido la información.
A lo largo del texto,
he procurado conservar en el más
estricto secreto quién fue el que me dijo
tal cosa o de dónde extraje
determinados documentos. Una cosa,
sin embargo, puedo asegurarle al lector que toda la
información, todos los
detalles, todos los hechos,
han sido revisados una y otra vez para confirmar
su exactitud, no
importa la fuente
de la que provinieran. Por lo tanto, es mía
la responsabilidad sobre cualquier error de apreciación
o detalle.
Tengo la
certeza de que, como transcribo
conversaciones que tuvieron lugar entre hombres que ya habían
muerto antes de que empezara mi
investigación, me arriesgo a provocar
suspicacias. ¿Cómo, por
ejemplo,
puedo yo saber lo que pasó entre el papa
Juan Pablo I y el cardenal
Villot el día en
que discutieron el tema del control de la
natalidad? La respuesta es muy sencilla:
dentro del Vaticano no
existen audiencias privadas
que se mantengan verdadera y totalmente en privado; los dos hombres
que he mencionado hablaron con otros
después y les refirieron
la conversación que habían
mantenido. Es de esta fuente de segunda mano,
cuyas opiniones personales a menudo diferían
radicalmente, de donde he sacado el material que me ha permitido
reconstruir la discusión
sobre natalidad
entre el papa y su secretario de Estado.
De los diálogos que aparecen
en este libro ninguno es
imaginario,
como tampoco lo son los
hechos
registrados.
David A. Yallop
Marzo de 1984 |
La historia se
repite
En la historia de
la Iglesia Católica ya ha sucedido un hecho similar. Tal vez el
tiempo que ha transcurrido haya servido como factor contra
producente para relacionar las circunstancias que rodearon ambos
trágicos finales, pero es sorprendente constatar como un Papa que,
en el pasado también pretendió realizar profundas
transformaciones dentro de la Institución Romana, sufrió (valga el
término) el mismo destino que Juan Pablo I. Y me estoy refiriendo
al Papa Adriano VI (Adrián Florensz de Utrecht) quién
ocupara el trono pontificio durante un año, entre 1522 y 1523.
A continuación
transcribo esta porción de la historia de la Iglesia Católica
Romana según está relatada por José Apeles Santolaria de Puey y
Cruells (padre Apeles), sacerdote - abogado y periodista,
en su libro "Historia de los Papas" (Plaza Janés,
Barcelona, 1999), páginas 80 a 83.
"¿Quién era el nuevo Papa? Holandés de nacimiento -había nacido en
Utrecht- y de humilde familia, había sobresalido en los estudios
en la Universidad de Lovaina, donde tuvo cátedra. De ella le sacó
el emperador Maximiliano para convertirlo en preceptor de su nieto
Carlos. Siendo éste ya rey de España, al marchar a Alemania para
obtener la corona imperial, nombró a Adriano de Utrecht regente
del reino. Obispo de Tortosa y Gran Inquisidor, León X lo creó
cardenal por deferencia a Carlos V.
Pero si los cardenales pensaban que eran muy graciosos
permitiéndose jugar con la sucesión papal, Adriano VI -que
así se llamó el neoelecto, no estimándose obligado a seguir la
tradición del cambio de nombre- se tomó muy en serio su supremo
cargo. Pronto desaparecieron las sonrisas de los rostros de los
curiales romanos, acostumbrados a los refinamientos
renacentistas, cuando comprobaron que el extranjero que venía a
ocupar el trono del desenfadado León X era su polo opuesto. Puede
uno imaginarse el estupor que se difundió en la Urbe cuando se
supo que Adriano había juzgado severamente las estatuas clásicas
que adornaban los palacios y jardines romanos, calificándolas de «idola
antiquorum» (ídolos de los antiguos), y que llegaba con
firmes designios de reforma. Poco duraría el susto.
Mi amigo Juan Adriaensens, siempre bien informado, me recuerda que
Adriano VI fue mal recibido por los romanos -a quienes no les
agradaba la idea de un papa extranjero- cuando llegó a la Ciudad
Eterna. Pasquino se cebó cruelmente con él y hasta los
clérigos de la mundana Curia Romana empezaron a odiarle por
intentar llevar adelante una estricta reforma in capite et in
membris. No duró mucho. El 14 de septiembre de 1523, a poco
más de un año de su instalación en el Vaticano, murió de
enfermedad repentina, que hizo sospechar un envenenamiento.
Toda Roma celebró la desaparición de tan molesto Pontífice y algún
gracioso fijó en la puerta de la casa del médico papal Giovanni
Antracino una guirnalda de flores con una dedicatoria que rezaba «Liberatori
patriae. S.P.Q.R.» (El Senado y el pueblo romano al libertador
de la patria). Y es que los pobres médicos siempre han cargado con
la fama de matasanos."
"Historia de los
Papas" - Padre Apeles, pág. 80 a 83.
En muchas
oportunidades han criticado mi salida de la Iglesia Católica,
aduciendo que si bien pueden existir verdaderos motivos para
considerar cambios dentro de ella, era mejor no irse de la
Iglesia, sino quedarse en ella y "luchar desde adentro".
Pues, tanto Adriano de Utrecht como Albino Luciano
consideraron lo mismo, teniendo la oportunidad de llevarlo a la
práctica desde la inmejorable posición de Sumos Pontífices. ¿Que
consiguieron? .. muertes repentinas, sospechosas y jamás
investigadas.
Si ellos, desde su
privilegiada e inmejorable posición, fueron "descartados" por la Curia
Romana, ¿qué queda para un humilde fiel que, inocentemente, pretendiera
modificar aspectos que considera perniciosos para la vida de su "Santa
Madre" Iglesia?
Esto va también para vos,
amado/a católico/a, que dedicas tus mejores esfuerzos suponiendo que
podrás cambiar algo dentro de la Iglesia de Roma.
Estimo de gran valor para
entender como funciona el juego de poderes dentro de los muros Vaticanos,
leer el libro "A la sombra de un Papa enfermo". Allí se puede
entender cómo el Sumo Pontífice Romano está muy lejos de ser la máxima
autoridad dentro de la Iglesia, como la mayoría supone. Tal vez sea la
mayor autoridad ESPIRITUAL, pero no es eso lo que justamente cuentan
intra muros.
Para finalizar, y
volviendo al tema "Juan Pablo I y su sospechosa muerte", no sólo
recomiendo la lectura del libro "¿Por voluntad de Dios? de David Yallop,
sino también
visitar los siguientes sitios en la web:
http://www.comayala.es/Libros/spc/
(en español) Escrito por un sacerdote
católico - IMPERDIBLE
http://www.tldm.org/news3/johnpaulI.htm
(en inglés)
[1]
Interesante
noticia conocida en Julio de 2003, confirmando un tema que el
libro de David Yallop menciona puntualmente:
CIERRAN LA CAUSA DEL PROTAGONISTA DEL MAYOR ESCANDALO
FINANCIERO DE LA POSGUERRA EN ITALIA
Confirman que la mafia siciliana asesinó al "Banquero
de Dios"
Roberto Calvi presidía el Banco
Ambrosiano, vinculado al Vaticano. Apareció colgado en Londres en
1982. La Justicia británica dictaminó suicidio. Pero la Fiscalía de
Roma ahora culpa a la cosa nostra.
Lo
que todo el mundo sabía desde hace mucho tiempo es, por fin, una
verdad oficial con 21 años de retardo. Dos fiscales de los
tribunales de Roma cerraron ayer la investigación y anunciaron que
el "Banquero de Dios", Roberto Calvi,
fue asesinado por orden directa de la mafia siciliana en 1982 y
cuatro personajes de esta oscura historia están por ser acusados del
crimen. Calvi fue uno de los protagonistas del más grande escándalo
financiero de la posguerra en Italia,
en el que quedó implicado
también el Vaticano.
El escenario del crimen fue truculento. El viejo puente de los
Monjes Negros de Londres, ciudad adonde Calvi había huido
desesperado, buscado por la Justicia italiana por el "crack" del más
importante banco privado de Italia, el Ambrosiano de Milán,
instituto símbolo de la llamada finanza católica.
Los fiscales María Monteleone y Luca Tescaroli notificaron ayer al
mediador de negocios turbios Flavio Carboni, al mafioso Pippo Caló,
que está preso desde 1985, al pistolero de la temible "banda de la
Magliana" (un barrio de Roma) Ernesto Diotallevi, y a una mujer,
Manuela Kleinszig, que vive actualmente en Austria, que podrán ser
imputados. La acusacion será de homicidio agravado y premeditado.
El primer detalle increíble de esta historia es que tanto en
Londres como en Milán hubo pronunciamientos judiciales que afirmaron
el suicidio de Calvi.
Calvi tenía 62 años y no era un atleta. Apareció pendiendo de una
soga al cuello en un andamio de tubos de acero que había debajo del
puente. Le habían afeitado el bigote y en sus bolsillos tenía un par
de ladrillos. Un empleado de correos lo vio esa mañana mientras se
bamboleaba bajo el puente y llamó a la policía.
La versión del suicidio suponía que se había movido como un
trapecista hasta llegar al andamio, ponerse la cuerda y los
ladrillos y lanzarse al vacío. Sin embargo, esta fue la versión
oficial que resistió varios años, en medio de las protestas y las
investigaciones privadas, incluidos los detectives contratados por
la familia Calvi, que señalaban que semejante ejercicio
gimnástico del "suicida" era imposible.
Los magistrados italianos afirman en sus conclusiones que Calvi fue
estrangulado en una obra en construcción cercana al puente, llevado
en un bote hasta el andamio y colocado allí para que lo hallaran.
Una muerte ritual. Los
ladrillos evocaban a la masonería. El puente respondía al
simbólico nombre de los Monjes Negros, con los colores de la Bandera
argentina. El cadáver y las circunstancias eran un claro mensaje.
La muerte de Calvi hizo culminar un escándalo de dimensiones
formidables: la bancarrota del Banco Ambrosiano. Un "crac" de 1.300
millones de dólares.
Cuando lo colgaron debajo del puente, Calvi no sabía ya por dónde y
hacia dónde huir. "Todos me han abandonado", le dijo a su
mujer por teléfono. En primer lugar fue rechazado en los santos
muros del Vaticano, cuando acudió al banco del Papa, el Instituto
para las Obras de Religión (IOR) para pedir ayuda.
El presidente del IOR era el
arzobispo norteamericano Paul Marcinkus,
organizador de los viajes de Juan Pablo II,
y el hombre que conseguía dinero para financiar a los grupos
católicos del Este europeo en la lucha contra el comunismo.
El Papa polaco lo tenía
entre sus favoritos.
El cardenalato estaba ya casi al alcance de la mano de monseñor
Marcinkus cuando estalló el escándalo que obligó a mandarlo de
vuelta para siempre a Estados Unidos. Hoy vive retirado en Arizona.
Calvi era un modesto empleado del Banco Ambrosiano que con su
ambición llegó a trepar hasta la presidencia y que quiso además
comprarse el control del mayor instituto privado de crédito
italiano. Para ello emprendió los peligrosos juegos de abracadabra
con las divisas y encontró
en Marcinkus un desenvuelto
aliado.
Ambos crearon un cerrado bosque de sociedades financieras en los
paraísos fiscales del Caribe, adonde volaban cientos de millones
de dólares.
El castillo de naipes terminó derrumbándose ruinosamente. Calvi
había recibido dinero de la mafia siciliana y de la camorra
napolitana. Gente con la que es mejor no jugar. El poderoso
presidente del banco del Papa le había firmado unas cartas cubriendo
la solvencia de las financieras. Pero después Marcinkus escribió
otras que decían lo contrario.
Calvi era un hombre muy reservado. Tuvo que ponerse en manos de los
poderes ocultos, que
también tenían misteriosas entradas en el Vaticano. Sobre
todo la Logia P2 del "Venerable Maestro" Licio Gelli, que manejaba
los hilos invisibles del poder en Italia.
Gelli y su socio, Umberto Ortolani,
dueño de un banco en Uruguay y vinculado como Gelli a la Argentina,
le sacaron mucha plata a Calvi.
La tesis oficial es que Pippo Caló recibió la orden del "capo de los
capos" de la mafia, Salvatore Riina, de liquidar a Calvi porque no
devolvió dinero que la mafia le había dado para lavar. También la
"banda de la Magliana" intervino en el crimen. No se sabrá tal vez
nunca si ayudó el MI5 británico por la historia que vinculaba a
Gelli y Calvi con la guerra de Malvinas.
El escándalo salpicó la
blanca sotana del Papa, que hasta el final quiso defender a monseñor
Marcinkus. Intervino el inteligente y discreto secretario de Estado,
el cardenal Agostino Casaroli, quien maniobró una negociación con
los bancos acreedores del Ambrosiano. Al final el Vaticano pagó
US$ 258 millones a esos bancos y evitó una ruinosa cadena de
denuncias judiciales a nivel internacional.
La investigación del asesinato de Calvi dio vueltas durante 21
años. Ahora se levantan algunos velos de una verdad que muchos
denunciaron.
Una especialidad italiana consiste en retardar las investigaciones y
los procesos hasta que la verdad se pierde en las brumas del tiempo.
Con Calvi parte de los misterios están siendo develados. Pero toda
la verdad, la verdad inquietante de este caso histórico, no se
conocerá jamás.
http://old.clarin.com/diario/2003/07/25/i-02601.htm |
EL
REEMPLAZANTE DEL POLEMICO CARDENAL MARCINKUS
Afirman que hay micrófonos espías en
todo el Vaticano
Lo afirma el titular del IOR, el banco
de la sede papal, en el libro "Las Finanzas Blancas".
http://www.clarin.com/diario/2004/06/26/elmundo/i-03301.htm
(Fuente: diario
Clarín -Argentina- 26/06/2004)
Italia: absuelven
a los cinco acusados del crimen de Roberto Calvi, "El banquero de
Dios"
La Corte de
Apelaciones de Roma consideró que no hay pruebas contra ellos.
Calvi apareció colgado en un puente de Londres en 1982, en un
típico mensaje mafioso. Era presidente del Banco Ambrosiano, al
que llevó a la ruina en uno de los fraudes financieros más grandes
de Italia. En el escándalo quedó involucrado el Banco del
Vaticano.
http://www.clarin.com/diario/2007/06/07/um/m-01433890.htm
(Fuente: diario
Clarín -Argentina- 7/06/2007)
Revelación explosiva sobre el final
de Juan Pablo II
La doctora italiana, Lina Pavanelli,
médica anestesista y profesora en la Universidad de Ferrara,
afirmó que Juan Pablo II fue "ayudado" a morir y que
recibió, por tanto, la eutanasia que prohíbe la iglesia católica.
http://www.infobae.com/notas/nota.php?Idx=340216&IdxSeccion=100
(Fuente: diario
INFOBAE, Argentina, 28/09/2007)
Investigan al banco
del Vaticano y a su presidente por lavado de dinero
Un nuevo escándalo devolvió ayer a la
primera plana de la información internacional al Instituto de
Obras para la Religión (IOR), conocido también como el banco del
Papa o la Cajafuerte del Pontífice. Por orden de una juez, la
policía financiera italiana secuestró preventivamente 23 millones
de euros depositados por el IOR en dos institutos financieros
europeos y dispuso indagar a su presidente, Ettore Gotti Tedeschi,
por irregularidades vinculadas a las normas contra el lavado de
dinero. (sigue...)
http://www.clarin.com/mundo/europa/Investigan-Vaticano-presidente-lavado-dinero_0_340166048.html
(Fuente: diario
CLARIN, Argentina, 22/09/2010)
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