Un poco de historia sobre mi vida de Fe

por Daniel Sapia

Nací en una familia con tradicionales costumbres católicas. Fuí bautizado siendo bebé, estudié el Catecismo en tiempo de mi Primera Comunión (1968); y oportunamente recibí la Confirmación, y todos mis estudios los hice en colegios católicos (de los Hermanos de la Misericordia).

Siempre me consideré una "buena persona", y además en mis estudios obtenía generalmente buenas calificaciones. Adicionalmente, una buena infancia y juventud como deportista. No obstante, hasta mis 30 años andaba por la vida sin motivación, sin grandes respuestas; SIN VERDADERA PAZ , deseando... "Suerte..!!", colgando cintitas rojas (por las dudas que "sirvan para algo"), creyendo que tenía el Cielo ganado por ser una persona buena, teniéndole simpatía a cuanta estampita me cayera cerca.. que la virgen tal.. que el santo tal..., y suponía que "cumplía" con Dios yendo a Misa dominical y persignándome al pasar frente a una iglesia. Y que además no estaba tan mal si me acordaba de Él solo cuando necesitaba algo, o me pasaba algo malo. Eso aprendí desde chico, confiado de que, aunque no me quedara muy claro, yo estaba siendo agradable a Dios si hacía lo que la Iglesia Católica me indicaba.

Que equivocado estaba... 

Un domingo de 1992, me invitaron a asistir a la celebración de un "Culto Evangélico".

No puedo negar que tomé la propuesta con desconfianza. Durante toda mi vida me habían inculcado que "esos evangelistas" son todos "fanáticos", "te lavan el cerebro y te sacan la plata". De todas maneras, yo tenía edad suficiente como para saber correr "el riesgo".

Llegado al lugar lo primero que me llamó la atención fue no ver un edificio como los acostumbrados, con altos campanarios, ventanales de vitreaux, luz difusa y mucha vela. El lugar era un gran salón cubierto, muchas sillas, y una gran plataforma. Cuando entré a ese lugar, sentí que estaba en un lugar distinto (especialmente a otro lugar "religioso" de los que yo conocía). La paz y felicidad se respiraban. Sentía un amor extraño en la mirada de la gente (unas 500 personas), lindo, incomparable. Las caras y expresiones de las personas denotaban deseo y satisfacción por estar allí, algo contrastante con los rostros apesadumbrados a los que estaba acostumbrado en las Misas.

Escuché hablar por micrófono a un señor de corbata que decía cosas reales, ciertas, que me pasaban también a mí y que necesitaba que alguien, alguna vez, me las dijera. Este señor hacía referencia continuamente a cosas escritas en La Biblia, libro del cual hasta ese momento yo conocía muy poco. En realidad, nada, pues jamás, en mis 30 años de Católico Romano, alguna autoridad de la Iglesia me había siquiera insinuado la importancia y utilidad de leerla, mucho menos de estudiarla, meditarla, discernirla. Escuchaba al predicador con interés. Una exposición muy interesante. Este predicador hablaba de Dios, con una autoridad que no venía ni de un acento "latinizado", ni del retumbe de su voz en alguna abovedada construcción, ni de su atuendo o escenografía, sino que provenía de LA FUENTE que empleaba como base de su enseñanza: Las Sagradas Escrituras.

Hablaba del amor a los hijos y a la esposa, y pensé que hablaba con derecho, ya que era padre y esposo, a diferencia de un sacerdote que si lo habla, es de lo que leyó o le contaron. Y además, TODO lo que decía lo sacaba de La Biblia (yo podía leerlo!) a diferencia de lo que sucede en las Misas, que es un rito guionado y donde la Biblia sólo se usa en modo ceremonial y leyendo apenas (con suerte) un puñado de versículos.

Cuando concluyó, sentí una necesidad tremenda de volver y seguir escuchando mensajes como ese. Algo me decía "...tenés que estar allí, ese es el camino, esa es la verdad...". A partir de ese momento se comenzó a correr el velo que tenía delante de mis ojos, empecé a entender un montón de cosas y empecé a sentir que estaba vivo de verdad.

Acepté al Señor Jesucristo como mi único y suficiente Salvador y en mi vida comenzaron a pasar cosas realmente nuevas, hermosas.

Comencé a organizarme de otra manera. A tener otras prioridades. A disfrutar las cosas sencillas y a ignorar las superfluas, aquellas que la sociedad nos impone y por las cuales corremos durante gran parte de nuestra vida, sin saber para que. Mi situación económica prosperó a niveles nunca sospechados por mi. El amor que había crecido adentro mío, era tan grande, que sucedieron cambios hasta en mi comportamiento. Veía con desagrado decir palabras groseras, no necesité seguir apostando dinero en juegos de azar. Sin darme cuenta dejé de fumar. Comencé a tener objetivos. Y fundamentalmente, comencé a vivir en paz. La brújula de mi vida estaba tomando el rumbo correcto, el que siempre debió tener. Ese rumbo correcto está claramente señalado en el "manual del fabricante de los seres humanos": La Biblia.

La persona que alguna vez me invitó a un "Culto Evangélico" es Elizabeth, mi esposa, a quien amo con todo mi corazón y a quien le estoy infinitamente agradecido por aquella primera invitación.

Pero tengo bien en claro que el que hizo la obra fue Jesucristo, el que me perdonó todos mis pecados fue Jesucristo, el que puso a Elizabeth en mi vida fue Jesucristo, el que murió por mis pecados Y LOS TUYOS fue Jesucristo y el que por gracia me regaló la felicidad eterna fue JESUCRISTO.

Por tal motivo mi gozo y mi agradecimiento hacia El no tiene límites. Y como hijo suyo me reconforto sirviéndole, desarrollando esta página Web, una forma más de predicar el Evangelio, ofrenda insignificante comparado con lo que El hizo por mi.

No importa quien seas, o qué hayas hecho, o qué edad tengas, o cuán religioso supongas que seas. Arrepentite de tus pecados y pedile de corazón que gobierne tu vida. El Señor Jesús, en su infinito amor, está esperando tu arrepentimiento para darte el regalo mas valioso que te puedas imaginar: sencillamente... UNA NUEVA VIDA. Así fue conmigo ¿por qué no podría suceder también contigo?

" Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas..."

         QUE DIOS TE BENDIGA

Daniel Sapia

 

Aclaración: Nuestra identidad en Cristo no depende de la Comunidad o denominación eclesial en la que con mi familia nos congregamos. Nos consideramos Cristianos. Lo verdaderamente importante es cuál sea el Fundamento de la Iglesia / Congregación (Jesucristo) y la fuente de doctrina referente a la fe y prácticas (La Biblia). He tenido la gracia de compartir cultos de alabanza y adoración con otros Hermanos en diversas Denominaciones, y me he sentido verdaderamente "en casa", en familia, en un mismo espíritu. Es más, las veces que he tenido el honor de ser invitado a predicar desde un púlpito, fue en comunidades de variada denominación cristiana. "Una Fe, un Señor, un Bautismo..."


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